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¡Bienvenidos! Este no es un blog de repostería creativa al uso. Aquí tenéis una mezcla de dos aficiones: los postres y escribir lo primero que se me viene a la cabeza. Echadle un poquito de azúcar y humor a vuestras vidas, seguro que os sentiréis mejor. ¡Gracias por leerme!

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miércoles, 13 de marzo de 2013

PARA "ESOS LOCOS BAJITOS" (CONTINUACIÓN)

     Aquí tenéis la segunda parte del cuento. Para el que no haya leído el principio, puede pinchar aquí para coscarse de qué va el invento. Y como no, lo adorno con galletas decoradas con glasa real.
     Sin más preámbulos ni circunloquios, ahí va el desenlace de...

FWESKI (O LO QUE PUEDE PASAR SI UN
EXTRATERRESTRE VIENE A LA TIERRA) II

Aquí es donde viene lo más interesante de mi inspección a la Tierra. Anonadado observé como, con una especie de palito blanco, se ponía a escribir en la pared negra. (En Ganímedes nos dan clase con hologramas, no se escribe en las paredes) ¡Estaba fascinado! Necesitaba hacerme con uno de esos palitos para sorprender a los ganimedianos y, de paso, llevarme una “Matrícula de Honor Estelar” en mi trabajo. Pero no podía hacerlo hasta que no terminara la clase, con lo que, me senté en el suelo a esperar mientras pensaba en la cara que pondría Gimli “el Mocos” cuando me viera con mi flamante “Matrícula de Honor Estelar”.



             No sé el tiempo que pasó porque me quedé dormido, pero jamás he tenido un despertar tan agitado. Primero, sonó una alarma a tal volumen que poco faltó para provocarme una parada cardiaca. Después tuve ocasión de degustar de nuevo el griterío que los humanos son capaces de producir. Antes de darme cuenta, todos los terrícolas habían salido al recreo. Estábamos solos la maestra y yo. Se levantó despacito de su silla. Ahora su cara era de necesitar unas vacaciones pagadas. Me dio un poquito de pena. Al fin y al cabo, me sentía un poco culpable de lo acontecido en esas horas. Me acerqué a ella con afán conciliador y le intenté animar con unos golpecillos en la espalda. No lo conseguí. Se puso muy tiesa y se giró bruscamente hacia mí. Ya no había ni rastro de cara de necesitar vacaciones. En realidad se parecía mucho a la cara que puso mi padre cuando le dije que le había arreglado yo los frenos de su nave. Entonces caí en la cuenta de que debe de ser un pelín desconcertante que “nadie” te dé golpecitos en la espalda. Anotación mental: “¿quieres hacer el favor de ser discreto de una vez?”


La maestra salió de la clase y me dejó solo. A partir de entonces fui discreto a más no poder. Sin humanos a mi alrededor, me atreví a coger el palito y escribir “chúpate esa” pensando en Gimli, “el Mocos”. ¡Qué chulada! Me metí el palito blanco en el bolsillo. Y una cajita llena de ellos que me encontré en un cajón. Aprovechando que el resto de aulas estaban vacías, arramblé con todos los palitos blancos que encontré. Esto marcaría un antes y un después en Ganímedes. Yo creo que, además de mi “Matrícula de Honor Estelar” iba a entrar en los anales de la historia como el intrépido explorador espacial que llevó los palitos blancos al planeta. Gimli “el mocos” se iba  a poner verde de envidia...

La atronadora alarma volvió a sonar y yo, haciendo un genial alarde de discrección, me aparté prudentemente a un ladito del pasillo para no hacer tropezar a nadie más y salí al exterior por la primera ventana que pillé. Una pena tener que ser invisible porque la atravesé dando un salto con doble tirabuzón de flipar.

Ya estaba en el patio, desierto de terrícolas. Caminando pegadito a la pared eché a andar hacia el bosquecillo donde estaba “el Pichón”. Fue entonces cuando me surgió una duda. ¿Pintarían en los ladrillos? Emocionado, estampé en la fachada un “chúpate esa” bastante grande. ¡Sííííí! ¡¡Funcionan!! “Chúpate esa” “chúpate esa” “chúpate esa”... en pequeño, en mediano, varias veces. Así hasta que llegué a mi nave medio oculta entre matojos y arbolillos.

Y aquí estoy ahora, en “el Pichón”. No he contado la cantidad de palitos que me llevo, pero son muchos. Creo que voy a comer el bocata y a echar una buena siesta antes de salir a inspeccionar otra vez.


13:00

He tenido que activar la salida inmediata. Vuelvo a Ganímedes a toda castaña. Me han pillado. Esa es la bochornosa realidad. Mira que he intentado ser discreto.

Varias cosas han llevado a los terrícolas a dar conmigo y con mi nave. Para empezar, no ha sido muy buena idea llevarme todas las “tizas” (curioso nombre dan los terrícolas a mis palitos blancos) del colegio. Debí haber dejado unas pocas. ¡Ay! ¡La avaricia, qué mala es! Luego, el ir dejando un rastro de pintadas que dirigían directamente a “el Pichón” no ha sido muy discreto. Asociar la falta de tizas y mis encendidas proclamas pintadas en la pared, no les ha llevado ni cinco minutos. Para terminar, lo que yo pensaba que era un bosquecillo sin importancia, no era otro que el huerto escolar. Por lo visto, he aterrizado encima de una plantación de calabazas de los de cuarto curso. Y para remate del tomate, a pesar de ser mi nave de color verde, se debía ver estupendamente ya que asomaba un poquito más que “el pico de arriba”, como pensé yo en un principio.

-          ¡Sal de ahí, graciosillo!
-          ¡Y saca ese trasto del huerto ahora mismo!
-          ¡Devuelve las tizas inmediatamente!
-          ¡Veremos a quién le dices “chúpate esa”, descarado!

Todo esto lo escuché desde mi nave mientras aporreaban la puerta. Estaban enfadados, muy enfadados. Y eran muchos. Todo el colegio en pleno. Con Director y Jefe de estudios y todo. Se quedaron un poco pálidos al verme (supongo que porque no se imaginaban a un ganimediano en su huerto y porque nosotros somos de color azul, no esa especie de rosa-amarillento tan poco favorecedor). Pero al ser más en número y no tener yo ganas de líos, les dije que lo lamentaba mucho, que no lo repetiría más, que ahí tenian sus tizas, que lo de “chúpate esa” iba por Gimli “el Mocos”, que, por favor, no dijeran nada a nadie y que me iba inmediatamente y que adiós, buenos días. Cerré la puerta raudo y veloz y, como alma que lleva el diablo, tomé las de Villadiego.

¡En fin! Una pena. Pero yo soy un extraterrestre con recursos, no creáis. Cuando devolví las tizas a los terrestres, escondí pícaramente dos de ellas en el bolsillo de atrás del pantalón. A veces me sorprende mi propia sagacidad. Lo malo es que, cuando me senté para tomar los mandos de “el Pichón” se rompieron una en tres pedazos y la otra en dos. No me importa mucho, porque he comprobado que funcionan igual.

Y ahora vuelvo a Ganímedes. A mi casita. Decidido a pasarle las tizas por el morro a Gimli “el Mocos”, decidido a aprobar de una vez “Conocimiento del Medio Interestelar” con una redacción apabullante (aunque tenga que adornarla un poquito) y decidido a convertirme en el Héroe Interplanetario del momento.

FIN


EPÍLOGO: Trabajo de Fwesky presentado para la asignatura “Conocimiento del Medio Interestelar”
He emprendido un peligrosísimo viaje al planeta Tierra. He sometido a un escrupuloso estudio a sus habitantes. He expuesto mi integridad a un sinfín de peligros. Y he conseguido sacar una serie de conclusiones que paso a enumeraros ahora:
1.- Los terrícolas también van al colegio
2.- A los terrícolas no les gusta nada que un ganimediano invisible lance por los aires su papelera. (Nota: la papelera es una especie de cilindro metálico que no he podido averiguar para qué sirve)
3.- Los terrícolas gritan muchísimo si un ganimediano  invisible lanza por los aires su papelera (aunque sea sin querer)
4.- Los terrícolas pueden ser tan miopes como mi abuelo Higi y usan también remiendaóculos.



5.- A los terrícolas no les gusta nada que un ganimediano invisible les toque la espalda (aunque sea un acto totalmente inocente y amigable)

6.- Los terrícolas pintan en las paredes y no pasa nada (ni los meten en la cárcel ni nada) con unos palitos blancos, a los que llaman "tizas", de los cuales traigo una amplia muestra para vuestro asombro.

En general ha sido un viaje productivo. Pero me ha dicho mi abuelo Higi que está muy feo quitarle los remiendaóculos a la gente. Que qué va a hacer la maestra sin sus remiendaóculos. Que si me parecía bonito dejar a la pobre cegata perdida y que debo devolverlos sin tardanza. Ante todos estos argumentos, volveré a la Tierra en breve. Y prometo no aterrizar sobre ningún huerto y, sobre todo, ser discreto.