Y todo esto comenzó cuando yo era una niña y mi madre se metía en la cocina a hacer galletas. Lo recuerdo perfectamente. Galletas en forma de corazones (mis favoritas), tréboles, diamantes y picas. Recuerdo a mi madre regañarme por comerme la masa cruda. Recuerdo coger los recortes de la masa para manosearlo bien y hacer mis propias creaciones. Y, sobre todo, recuerdo el olor por toda a la casa...
Ahora la madre soy yo y a mi hijo le encanta estar en la cocina conmigo. Con su delantal, su gorro y sus manitas lavadas con esmero, me ayuda a tamizar harina para el bizcocho y da vueltas con (demasida) alegría a la leche para hacer unas natillas. También le gusta jugar con la masa cruda (aunque, por suerte, aún no ha descubierto lo buena que está). Yo también quiero que mi hijo, cuando crezca, recuerde que en su casa huele a galleta recién horneada...
Por todo esto quiero dedicar este blog a mi madre y a mi hijo. A mi maestra en mis inicios en la cocina y al que, espero, aprenderá de mi. Sin olvidar, por supuesto, a mi santo, que es la primera persona que osa probar todos mis experimentos (con lo que si algo no os gusta, hablen con él, oiga!)
Un abrazo... Dulcemente
Otro detalle importante de tu descencencia:
ResponderEliminarSu primera palabra más o menos inteligible y con una clara intención exhortativa fue "aeta"=galleta.
Fui testigo.
Mmmmmm... Qué rico suena todo. Muchísima suerte, valor y al toro. Y saluda a tu santo de mi parte.
ResponderEliminarDe tu parte, chapu. Gracias por tus ánimos!!
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