¡Ay majetes! ¡Qué atareada está la
vida! Hace un montonazo que no posteo, y no por falta de ganas, sino de
tiempo... Os pido disculpas. Pero ya estoy aquí otra vez. En esta ocasión os
quería enseñar unas cookies de chocolate. Recetas de cookies de chocolate hay
unas doscientasmil en la web, pero yo os recomiendo la que Guille (compañero de fatigas laborales) nos propone
en su blog (pinchad aquí). Y, por supuesto, echad un vistazo al resto de recetas que tiene.
Hay una de “migas rápidas con chorizo” que... ¡mmmmm!
Los más espabilados que han leído el título del blog
dirán que qué tienen de paranormal unas simples cookies. Pues, francamente,
nada, pero podemos disfrutar del antagonismo de “unas simples cookies” y el
fascinante y prodigioso mundo de lo paranormal. Porque, queridos amigos; hoy
voy a hablar de lo paranormal. Sí, sí, no me he vuelto loca. En todo caso, mis
sinapsis neuronales funcionan como antes. Es sólo que he tenido que agachar la
cerviz ante ciertos fenómenos esotéricos que nos rodean a diario. Los que me
seguís en mis andanzas blogueras, ya sabéis que he interpelado en varias
ocasiones a los científicos de la NASA. Pues bien, vamos a dar un pasito más:
Científicos de la NASA, científicos del CERN , científicos del mundo, amantes de las ciencias físicas, químicas y
cuánticas, sabios, eruditos, doctos en general... Os lanzo un reto: ¿tendrías
la amabilidad de encontrar una explicación científica a los hechos que expondré
a lo largo de este post? Son hechos que nos acontecen a diario, que yo, en mi
esplendorosa necedad, solo puedo atribuir a “los mengues”. (Conste que esto de
los “mengues” me lo ha inculcado mi santo y su familia, que no lo he inventado
yo) “Los mengues” son unos seres invisibles, inoloros, incoloros e insípidos y,
por supuesto, paranormales, que hacen cosas paranormales para hacernos la vida
mucho más... digamos... paranormal.
Dicho lo cual, comenzaré mi
disertación con el fenómeno paranormal más democrático de todos: “la
evaporación de los objetos”. Digo que es democrático porque a esta rareza se la
trae al pairo si peinas canas o tienes el acné a flor de piel; si eres chinito,
blanquito o negrito; no diferencia entre sexos, religión u orientación sexual. Incluso le resbala si eres de “frigo-dedo” o
de “frigo-pié”. La “evaporación de los objetos” consiste en que tú estás
tranquilamente preparandote el desayuno, por ejemplo. Le quitas el taponcillo a
la caja de leche y... ¡vaya por Dios! Se te resbala de las manos. Ves como el
taponcillo va rodando, rodando, rodando, hasta colarse bajo la
mesa/silla/armario/”loquesea”. Te diriges a buscarlo y ¡oh fatalidad! ¡ha
desaparecido!. Y corres la silla, mueves la mesa, arrastras tripa por el suelo
tipo geo... en busca del taponcillo. Pero todo esfuerzo es improductivo.
Sencillamente, no está, se ha evaporado, volatilizado, esfumado, sin rastro...
No es cuestión de andarse rasgando las vestiduras por un taponcillo, la verdad,
pero es que ahí no acaba la cosa. Porque el taponcillo aparece. ¡Claro que
aparece! Justamente ahí. En bajo esa silla/mesa/armario/”loquesea” por donde lo
viste desaparecer (y por donde, quizá, has pasado la escoba y la fregona un
montón de veces).
Mi explicación científico-paranormal: los “mengues”
necesitan intensamente un taponcillo para adivine usted qué. Ven uno bajo la
mesa/silla/armario/”loquesea” y se lo apropian. Cuando ya no lo necesitan más,
lo devuelven (porque los mengues, ademas de invisibles, inoloros, incoloros e
insípidos y paranormales, son muy educaditos)
La cosa es mucho peor si eres madre y llevas el
típico bolso de “madre”. Las madres vamos a pagar en el super y vamos sacando:
un rimel; dos o tres paquetes de pañuelos; el móvil; unas gafas de sol; la
funda de las gafas de sol; las mini-toallitas húmedas; una botella (pequeña,
gracias a Dios) de agua; unas galletas anti-rabietas de emergencia; alguna
monedilla suelta; un “puñao” de tiquets antiguos, papelillos de cajero
automático, envoltorios de caramelos y/o chicles que conforman el
colchoncillo-base del fondo del bolso. Por no hablar de la peonza del mayor y
el gusi-luz del pequeño. Y como te toque enseñar la tarjetita de puntos que
llevas enganchada al llavero... pues se han dado casos de madres que han
encontrado una copia en casette del primer disco de Mecano, no te digo más.
Pero da igual que sea un bolso tipo “madre” (o
alforja); o esos bolsitos tan monos (que las madres envidiamos); o los bolsos
de los chicos, con mil compartimentos, cremalleras, velcros e, icluso,
mosquetones (la “mariconera”, como decía mi padre, de toda la vida, vamos); o
esas riñoneras colocadas justamente debajo de los abdominales (sí, abdominales,
dejémoslo así).
Mi explicación científico-paranormal: Los “mengues”
viven en los bolsos. Es su hábitat natural. Cada bolso tiene su “mengue” y allí
se aburren bastante. Asi que se entretienen acercándote a la mano las cosas que
van pillando. Y se parten, claro porque los “mengues” ademas de invisibles, inoloros, incoloros e
insípidos y paranormales, son unos cachondos.
En todo caso, los únicos que se libran son un tipo
muy especial de bolso: los coquetuelos, pero absolutamente inoperantes, bolsos
de boda. Pero, claro, eso no tiene
mérito porque un “mengue” no entra ahí. En los bolsos de boda solo caben los
“clinex” para llorar a moco y baba en cuanto uno entra a la iglesia. Punto.
Para terminar con este mundo de “cuarto milenio” en
el que nos hallamos, hablaré un poco del fenómeno más paranormal de todos los
fenómenos paranormales que hay: la lavadora. La lavadora no es solo una
ingeniosa máquina en la que metes la ropa sucia y sale limpia ¡Nooooo! La
lavadora es la puerta a una cuarta dimensión clarisimamente. Vamos a ver. Tú
vas a poner una lavadora. Metes la ropa. Echas el jabón, el suavizante, el
antical, el “oxi-accion”, el potenciador de color, el anti transvasador de
colores y toda la parentela de productos. Das al botoncillo de “empezar a
lavar” y te vas tranquilamente a otra cosa. Cuando termina, sacas la ropa, la
tiendes y la "destiendes". Pero cuando te dispones a doblar la calcetinada de turno...
¿dónde está la pareja de alguno de los calcetines? ¿Eh? ¿Dónde está? No falla,
oye. Siempre hay algún calcetín que sale solitario del tambor...
Mi explicación científico-paranormal: La cosa es
diáfana como la luz del día. Se van a otra dimensión. Al limbo de los
calcetines. Supongo que allí se toman un descansito, piensan en sus cosas,
reflexionan sobre su arrastrada y, en ocasiones, olorosa vida. Seguramente se
pregunten esas cosas trascendentales de la vida, a saber: “¿quién soy?... ¿de
dónde vengo?... ¿a dónde voy?... ¿Por qué ese tiene dibujitos y yo soy liso?...
¿Por qué se me afloja la gomilla?... ¿Por qué (si se trata de un calcetín tipo
ejecutivo) no se me afloja la gomilla ni “pa´Dios”?... ¿En qué momento se
extinguieron los calcetines con dedos?...¡Buf! voy a tomarme un “peusek on the
rocks” que me estoy estresando” Y, cuando ya han cargado pilas, vuelven por
donde habían escapado, esto es, la lavadora. Y es entonces cuando, un buen día,
te encuentras con que el calcetín perdido ha vuelto y puedes volver a juntar
gozosamente a la pareja de calcetines.
En este caso, mi explicación científico-paranormal
nada tiene que ver con los “mengues” si no fuera porque son precisamente ellos
quienes abren y cierran la puerta de la cuarta dimensión para que los
calcetines vayan con un poco de orden a tomarse ese merecido descansito. Si no
fuera por ellos el tráfico “interdimensional” sería un despiporre. Y es que los
“mengues” son invisibles, inoloros,
incoloros e insípidos, paranormales y se
parecen mucho a un portero de discoteca de moda de TriBeCa (con pinganillo y
todo, no te creas. Que organizar la cuarta dimensión no es moco de pavo).
No puedo terminar este post sin antes comentaros una
última cosilla. La desaparición en décimas de segundo de las cookies de chocolate
no fue nada paranormal en absoluto. Nos las zampamos mi santo, mi niño y yo tan
ricamente. Los “mengues” andaban organizando mi bolso de madre....
Un abrazo... Dulcemente.
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