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Un abrazo... Dulcemente

viernes, 21 de junio de 2013

LO PARANORMAL


            ¡Ay majetes! ¡Qué atareada está la vida! Hace un montonazo que no posteo, y no por falta de ganas, sino de tiempo... Os pido disculpas. Pero ya estoy aquí otra vez. En esta ocasión os quería enseñar unas cookies de chocolate. Recetas de cookies de chocolate hay unas doscientasmil en la web, pero yo os recomiendo la que Guille (compañero de fatigas laborales) nos propone en su blog (pinchad aquí). Y, por supuesto, echad un vistazo al resto de recetas que tiene. Hay una de “migas rápidas con chorizo” que... ¡mmmmm!


Los más espabilados que han leído el título del blog dirán que qué tienen de paranormal unas simples cookies. Pues, francamente, nada, pero podemos disfrutar del antagonismo de “unas simples cookies” y el fascinante y prodigioso mundo de lo paranormal. Porque, queridos amigos; hoy voy a hablar de lo paranormal. Sí, sí, no me he vuelto loca. En todo caso, mis sinapsis neuronales funcionan como antes. Es sólo que he tenido que agachar la cerviz ante ciertos fenómenos esotéricos que nos rodean a diario. Los que me seguís en mis andanzas blogueras, ya sabéis que he interpelado en varias ocasiones a los científicos de la NASA. Pues bien, vamos a dar un pasito más: Científicos de la NASA, científicos del CERN, científicos del mundo, amantes de las ciencias físicas, químicas y cuánticas, sabios, eruditos, doctos en general... Os lanzo un reto: ¿tendrías la amabilidad de encontrar una explicación científica a los hechos que expondré a lo largo de este post? Son hechos que nos acontecen a diario, que yo, en mi esplendorosa necedad, solo puedo atribuir a “los mengues”. (Conste que esto de los “mengues” me lo ha inculcado mi santo y su familia, que no lo he inventado yo) “Los mengues” son unos seres invisibles, inoloros, incoloros e insípidos y, por supuesto, paranormales, que hacen cosas paranormales para hacernos la vida mucho más... digamos... paranormal.


 
            Dicho lo cual, comenzaré mi disertación con el fenómeno paranormal más democrático de todos: “la evaporación de los objetos”. Digo que es democrático porque a esta rareza se la trae al pairo si peinas canas o tienes el acné a flor de piel; si eres chinito, blanquito o negrito; no diferencia entre sexos, religión u orientación sexual.  Incluso le resbala si eres de “frigo-dedo” o de “frigo-pié”. La “evaporación de los objetos” consiste en que tú estás tranquilamente preparandote el desayuno, por ejemplo. Le quitas el taponcillo a la caja de leche y... ¡vaya por Dios! Se te resbala de las manos. Ves como el taponcillo va rodando, rodando, rodando, hasta colarse bajo la mesa/silla/armario/”loquesea”. Te diriges a buscarlo y ¡oh fatalidad! ¡ha desaparecido!. Y corres la silla, mueves la mesa, arrastras tripa por el suelo tipo geo... en busca del taponcillo. Pero todo esfuerzo es improductivo. Sencillamente, no está, se ha evaporado, volatilizado, esfumado, sin rastro... No es cuestión de andarse rasgando las vestiduras por un taponcillo, la verdad, pero es que ahí no acaba la cosa. Porque el taponcillo aparece. ¡Claro que aparece! Justamente ahí. En bajo esa silla/mesa/armario/”loquesea” por donde lo viste desaparecer (y por donde, quizá, has pasado la escoba y la fregona un montón de veces).



Mi explicación científico-paranormal: los “mengues” necesitan intensamente un taponcillo para adivine usted qué. Ven uno bajo la mesa/silla/armario/”loquesea” y se lo apropian. Cuando ya no lo necesitan más, lo devuelven (porque los mengues, ademas de invisibles, inoloros, incoloros e insípidos y paranormales, son muy educaditos)




           El segundo fenómeno esotérico es algo que me trae a mi de cabeza. Este es más selectivo en cuanto a sus víctimas se refiere, porque solo nos ocurre a aquellos que llevamos bolso. El funcionamiento de este incidente paranormal es simple: jamás encontrarás a la primera lo que buscas. Es así. Vas a abrir la puerta de casa y sacas la lista de la compra. Buscas el monedero y saldrán los “clinex”. Vas a dar fuego a un/una mazotas/buenorra en (la puerta de) un bar y exhibirás un pintalabios/cargador de móvil. ¿Necesitas un boli? Pues ¡a ver como te las apañas con un tampax!.



La cosa es mucho peor si eres madre y llevas el típico bolso de “madre”. Las madres vamos a pagar en el super y vamos sacando: un rimel; dos o tres paquetes de pañuelos; el móvil; unas gafas de sol; la funda de las gafas de sol; las mini-toallitas húmedas; una botella (pequeña, gracias a Dios) de agua; unas galletas anti-rabietas de emergencia; alguna monedilla suelta; un “puñao” de tiquets antiguos, papelillos de cajero automático, envoltorios de caramelos y/o chicles que conforman el colchoncillo-base del fondo del bolso. Por no hablar de la peonza del mayor y el gusi-luz del pequeño. Y como te toque enseñar la tarjetita de puntos que llevas enganchada al llavero... pues se han dado casos de madres que han encontrado una copia en casette del primer disco de Mecano, no te digo más.



Pero da igual que sea un bolso tipo “madre” (o alforja); o esos bolsitos tan monos (que las madres envidiamos); o los bolsos de los chicos, con mil compartimentos, cremalleras, velcros e, icluso, mosquetones (la “mariconera”, como decía mi padre, de toda la vida, vamos); o esas riñoneras colocadas justamente debajo de los abdominales (sí, abdominales, dejémoslo así).



Mi explicación científico-paranormal: Los “mengues” viven en los bolsos. Es su hábitat natural. Cada bolso tiene su “mengue” y allí se aburren bastante. Asi que se entretienen acercándote a la mano las cosas que van pillando. Y se parten, claro porque los “mengues”  ademas de invisibles, inoloros, incoloros e insípidos y paranormales, son unos cachondos.

En todo caso, los únicos que se libran son un tipo muy especial de bolso: los coquetuelos, pero absolutamente inoperantes, bolsos de boda.  Pero, claro, eso no tiene mérito porque un “mengue” no entra ahí. En los bolsos de boda solo caben los “clinex” para llorar a moco y baba en cuanto uno entra a la iglesia. Punto.



Para terminar con este mundo de “cuarto milenio” en el que nos hallamos, hablaré un poco del fenómeno más paranormal de todos los fenómenos paranormales que hay: la lavadora. La lavadora no es solo una ingeniosa máquina en la que metes la ropa sucia y sale limpia ¡Nooooo! La lavadora es la puerta a una cuarta dimensión clarisimamente. Vamos a ver. Tú vas a poner una lavadora. Metes la ropa. Echas el jabón, el suavizante, el antical, el “oxi-accion”, el potenciador de color, el anti transvasador de colores y toda la parentela de productos. Das al botoncillo de “empezar a lavar” y te vas tranquilamente a otra cosa. Cuando termina, sacas la ropa, la tiendes y la "destiendes". Pero cuando te dispones a doblar la calcetinada de turno... ¿dónde está la pareja de alguno de los calcetines? ¿Eh? ¿Dónde está? No falla, oye. Siempre hay algún calcetín que sale solitario del tambor...



Mi explicación científico-paranormal: La cosa es diáfana como la luz del día. Se van a otra dimensión. Al limbo de los calcetines. Supongo que allí se toman un descansito, piensan en sus cosas, reflexionan sobre su arrastrada y, en ocasiones, olorosa vida. Seguramente se pregunten esas cosas trascendentales de la vida, a saber: “¿quién soy?... ¿de dónde vengo?... ¿a dónde voy?... ¿Por qué ese tiene dibujitos y yo soy liso?... ¿Por qué se me afloja la gomilla?... ¿Por qué (si se trata de un calcetín tipo ejecutivo) no se me afloja la gomilla ni “pa´Dios”?... ¿En qué momento se extinguieron los calcetines con dedos?...¡Buf! voy a tomarme un “peusek on the rocks” que me estoy estresando” Y, cuando ya han cargado pilas, vuelven por donde habían escapado, esto es, la lavadora. Y es entonces cuando, un buen día, te encuentras con que el calcetín perdido ha vuelto y puedes volver a juntar gozosamente a la pareja de calcetines.



En este caso, mi explicación científico-paranormal nada tiene que ver con los “mengues” si no fuera porque son precisamente ellos quienes abren y cierran la puerta de la cuarta dimensión para que los calcetines vayan con un poco de orden a tomarse ese merecido descansito. Si no fuera por ellos el tráfico “interdimensional” sería un despiporre. Y es que los “mengues” son  invisibles, inoloros, incoloros e insípidos,  paranormales y se parecen mucho a un portero de discoteca de moda de TriBeCa (con pinganillo y todo, no te creas. Que organizar la cuarta dimensión no es moco de pavo).






No puedo terminar este post sin antes comentaros una última cosilla. La desaparición en décimas de segundo de las cookies de chocolate no fue nada paranormal en absoluto. Nos las zampamos mi santo, mi niño y yo tan ricamente. Los “mengues” andaban organizando mi bolso de madre....

Un abrazo... Dulcemente.


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